domingo, 4 de septiembre de 2011

Nunca juzgues un libro por la portada

Se detuvo con lentitud mientras pasaba al frente de la librería. Darle una ojeada a un par de libros, tal vez comprar uno, todo dependía de la pasta. Ella nunca estuvo de acuerdo con la frase “Nunca juzgues a un libro por su portada”. Eso era lo que ella hacía siempre, y no sólo con los libros, también con las personas. Ya dentro de la tienda llena hasta el techo de libros, clasificados por temática, público al que iban dirigidos, estilo de escritura, época y demás clases que ayudaban a los vendedores a ubicar un libro en específico, pero que sólo confundía a los visitantes y compradores. Un sillón por ahí y otro por allá, querían arremedar un estudio o una biblioteca de esas personas ricas que pueden darse el lujo de comprar un sin número de libros, y mucho más destinar una única habitación para albergarlos. Mientras inspeccionaba con una mirada los diferentes montones de libros acomodados en un desorden premeditado, llego una de las chicas, de las que nunca falta, a preguntarle qué deseaba, si buscaba algo especial, o cualquiera de esas frase que se saben de memoria los vendedores, y nosotros también. Luego de rechazar la oferta con un seco “No, gracias” ahuyentó a la dependienta de su camino.
Siguió observando los libros, de cuando en cuando se detenía luego de leer un título interesante o una portada con un arte que le gustaba, solamente si luego de darle una rápida leída a la contraportada, y únicamente si no perdía el interés en la obra leía la primera página o alguna de las del interior, luego de eso ya podía considerar comprar el libro o no. Usualmente no los compraba, pero sí lo hacía usualmente se arrepentía luego de poco tiempo. Hoy era uno de esos días en que no encontraba nada interesante, pasó por alto unos libros de poesía, huyó corriendo del área de humanidades, vio con desdén los libros de autoayuda. Al fin vio un libro al final de una estantería, el título fue lo que la atrajo, parecía una historia interesante. Mientras todavía tenía el libro en sus manos algo más atrajo su atención. Un hombre pasó justo frente a ella, lo observó con el rabillo del ojo, como quien seguía analizando el libro. Era un palmo y medio más alto que ella, le calculó unos 26 o 28 años, iba vestido con una camisa clara de manga corta, y unos pantalones de color azul oscuro. La forma en que le quedaba la ropa dejaba notar un cuerpo tirando a esbelto, pero con suficiente carne diría una de sus amigas. Su cara siendo graciosa no dejaba de ser varonil, una nariz un poco respingada pero grande lo distinguía de los demás. El cabello negro azabache, y la piel de un tono claro, pero con señales de bronceado, la prendaron de inmediato.
Se quedó viendo con un poco más de descaro, dejó el libro sobre la primera mesa que encontró, y siguió moviéndose por toda la tienda, sin quitarle el ojo de encima al chico. Se vio a sí misma en un espejo colocado estratégicamente en una de las columnas del lugar. Se atusó el cabello rebelde con una de las manos, se quitó un poco del lápiz labial rojo de sus labios, se dio el visto bueno, al menos con su atuendo, ese aire de mulata le favorecía en muchos aspectos. Se alisó la blusa, y prosiguió con su recorrido, ya ni siquiera miraba los libros, solamente tomaba uno u otro al azar, los ojeaba y los volvía a poner de nuevo en su lugar, hasta con un poco de desprecio. Lo siguió hasta que tomó un libro, y se dirigió a la caja donde pagó y continuó con su camino. Suspiró profundamente y siguió con su recorrido, pero ya no se podía concentrar, no creía que él la hubiera visto, ni siquiera le puso atención. Al final no se decidió por ningún libro y salió del lugar, tal vez lo pudiera ver en alguna de las tiendas de los alrededores. Pero su ligera búsqueda no dio ningún resultado. Era de esas personas que vez sólo una vez en la vida, y nunca más vuelven a aparecer, pensó.
Estaba muy equivocada, un par de semanas después lo vio en una boda, la deslumbró con su atuendo. Ella también estaba despampanante, pero estaba con varias de sus amigas, y por lo regular en una boda los hombres suelen evitar esos ruidosos corros de mujeres. Por lo visto iba solo, pues no se encontraba compartiendo con nadie más, menos socializando de alguna manera. Se quedó pensando en qué clase de persona asiste a una boda solo, una muy valiente pensó de inmediato. Estaba sentado en una mesa, y no hacía más que pedir un trago tras otro. Parecía algo triste. Con la excusa de ir al baño se alejó del grupo y pasó justo frente a su mesa, contoneaba más de lo normal las caderas sin darse cuenta, se movía con gracias deslizó su mano por una de las sillas vacías, pero él chico no la vio. Hubo un momento en que pareció verla, pero sus ojos no parecían enfocados en ella. Siguió de largo y entró al baño, luego de verse en el espejo, acomodar un poco los tirantes del vestido y de verificar varios pequeños detalles de los que sólo una mujer se da cuenta, salió del baño, pero el chico ya no estaba.
Un poco desilusionada regresó con sus amigas y las oía hablar pero no les ponía atención. Sonreía cuando las demás sonreían, asentía cuando las demás lo hacían. Era como un autómata que imitaba a las demás, su mente seguía con ese hombre misterioso, pensaba en por qué motivo estaba tan triste y melancólico, bebiendo solo en una boda. Una gran celebración, un motivo para estar feliz, aunque sea de esa felicidad que no es propia, pero que casi es palpable en el ambiente y se contagia con facilidad. Como si fuera un virus, de esos que entran por nuestras fosas nasales y afectan todo nuestro cuerpo, inclusive nuestro cerebro. Tal vez la razón eran problemas del corazón, tal vez familiares, imaginaba una enorme cantidad de razones. Tal vez iba solo porque acaba de terminar una relación con una novia, y los dos habían sido invitados, pero ahora sólo él podía asistir. Lo imaginaba con una pequeña tarjetita entre los dedos, con un número dos en caligrafía dorada, seguido del clásico “personas en tinta de imprenta, justo como la suya, viéndola y tomando un nuevo sorbo del vaso. Asistía a la boda sólo por compromiso, por quedar bien. Tal vez era la boda de un amigo de estudios. Lo peor era que ella ni conocía a la pareja recién casada, la novia era una amiga de una amiga de las del corro. No conocía a nadie que le pudiera dar razón de quién era ese sujeto.
Se imaginó a si misma saliendo del baño, y él seguía ahí, sentado, viendo la tarjeta con un número dos, que recientemente se había convertido en un uno. Sus ojos brillaron con malicia, se le acercó con ese aire de mujer fatal que ponía cuando iba a la conquista de un hombre. Le diría “Está ocupada esta silla”, él luego de observarla con una mirada triste diría “No” lo cual tal vez haría que su corazón sufriera más. Se sentaría y pudiera preguntarle que de parte de quien venía, si del novio o la novia, o tal vez preguntar que tomaba, cualquier cosa con tal de entablar una conversación, endulzando la mirada, como quien no mata una mosca, seduciéndolo con sus palabras, claro, nunca directamente, solamente dándole puntos para corresponder al ligero pero claro coqueteo. Un grito la sacó de su fantasía.
- ¡Carmen!
- ¿Qué? Contestó molesta. -Perdón. – Dijo al darse cuenta de la dureza de su tono.
- ¿Qué te pasa? Estás algo perdida. - Agregó otra de sus amigas.
- Nada sólo pensaba.
- Uy. – Dijo la más infantil de todas. – A que era en un chico. – Con una risita tonta, y una cara que denotaba picardía.
- Si. – Contestó con aire resignado. Tal vez alguna de ellas pudiera ayudarle.
- Había un chico. - Comenzo despacio. – En aquella mesa. – Señalando el lugar con su rostro. – Estaba solo, lo vi hace un par de días en una librería.
- Yo no vi a nadie ahí.
- Yo tampoco.
- Tú lo que tienes es fibre.
- No, lo que necesita es un trago. Deja de imaginarte cosas.
- Si. Eso es tal vez.
Se limitó a encogerse de hombros como respuesta. Una de ella trajo una bebida colorida. Pero el alcohol solamente la hacía pensar más y más en él. Ese completo desconocido que la había prendado. Siguió pensando en los fortuitos encuentros durante el resto de la noche, pero sin abstraerse demasiado para que sus amigas no se dieran cuenta.
Pasaron semanas antes de que lo pudiera ver, lo vio a través de la vitrina de una tienda de ropa. Cuando salió del local ya no estaba, poco a poco empezó a verlo por todos lados, la mayoría de las veces solamente era alguien que se parecía a él. Era como una obsesión, lo empezó a ver en sus sueños, aparecía una y otra vez. Tal vez, era porque no lo podía tener, siempre quería lo que no era suyo, refiriéndose a hombres, luego rápidamente cambiaba de objetivo. En este caso no lo podía hacer así, pues ni siquiera lo conocía, no sabía su nombre, no sabía dónde vivía, estaba empezando a volverse loca, era una obsesión poco sana la que tenía con ese tipo. Poco a poco dejo de verlo, nada más en sus sueños. Llegó un punto en el que aparecía en sus sueños todos los días. Caminando por un parque creyó verlo paseando un perro, pero no era él, ni siquiera se le parecía. Se sentó en una banca, y puso su frente en sus manos. No se había dado cuenta de que un indigente se encontraba tirado justo a la par de ella.
- Señorita. – Dijo con timidez.
- No tengo dinero, no moleste. – Dijo de un golpe, no estaba para estar ayudando a alguien más.
- No, señorita. No era eso, solamente… Buen es un poco ridículo decir esto, más en mi estado. Pero usted se parece a una chica que yo miraba siempre. Pero tal vez sólo se parece en lo linda y en el color de piel, pero mi estado no me deja diferenciarlas.
- Sacó su rostro de sus manos, y se quitó el pelo de la cara. Lo vio con atención, no podía ser él, o sí, se parecía un poco. Más bien se le parecía mucho, así que él también la miraba, él también estaba como ella. Pero como había llegado a ese estado, tan sucio, tan haraposo, tirado junto a la banca de un parque, esperando que alguna persona de buen corazón le lanzara una moneda.
- Creo que es su estado, yo no recuerdo haberlo visto en mi vida. – Sacó un billete del bolso, y se lo lanzó con desprecio. – Tenga, y haga algo bueno para poder encontrar a esa chica.
- Se levantó, y se alejó con paso definido. Es necio decirlo, pero ya ni siquiera soñó con él.

2 comentarios:

  1. Sabes que me encanta.?
    Cuando después de leer las primeras tres líneas la intriga aparece, la curiosidad domina junto con la duda por saber a dónde te llevará la historia.
    Me encantó tu publicación, es mi favorita hasta ahora, no porque las anteriores no sean interesantes, sino que ésta me alejó de mi escritorio y me transportó frase con frase.
    Ay.! ya mucho escribí verdad.?? ahaha
    Dejémoslo en que me gustó. :p

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  2. Hasta hoy vi el comentario, gracias, eso es exacto lo que trato de hacer, llevar a la gente a otros lados con lo que escribo, gracias :D

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