viernes, 16 de septiembre de 2011

El sueño múltiple y creador de dios

Era el final del día, y estaba tan cansado que apenas podía mantener abiertos los ojos. Pero era algo que le agradaba, ya que al sentirse así significaba que había hecho algo productivo durante el día y había sido bien aprovechado. Si no se sentía así, significaba que no había dado el cien por ciento de sí mismo, o al menos eso pensaba. Se recostó en su cama con toda la ropa puesta, ni siquiera tenía ganas de quitarse todo lo que tenía encima. Bostezando se quitó los zapatos sin ni siquiera desamarrárselos. Comenzó el ritual de todos los días, si no hacía eso no podía dormir. En su mente repasó todo el día que había pasado, era otra cosa que lo ayudaba a descansar, era como librar su mente de recuerdos desmadejándolos y volviéndolos parte del aire. Trataba de recordar cada detalle, pero muchos se le escapaban. Luego de eso se quitó el cinturón y lo arrojó al suelo, mañana en la mañana arreglaría el tiradero se dijo a sí mismo. Verificó que la hora de su reloj de mesa fuera la misma que la de su reloj de pulsera y la de su celular. Estaba un poco obsesionado con el tiempo, luego de presionar los botones de cada uno de los dispositivos para que sonaran en una oleada unísona de alarma escandalosas, se volvió a tirar en la cama. Con una mano se desabotonó la camisa, mientras trataba de recordar más detalles de su día, en ese justo momento trataba de recordar que había desayunado. Luego recordó la ruta tomada hasta el trabajo, la cara de cada una de las personas que se había topado en el camino, pero la de la mayoría se había vuelto un borrón, como si estuvieran pintados y alguien con un pañuelo las hubiera tratado de borrar.

Cerró los ojos, pero no podía dormir todavía, tenía el cerebro sobre excitado por el esfuerzo del día, sumándole la necedad de tratar de recordar todo lo acontecido en el día. Así con los ojos cerrados se terminó de quitar la camisa y el pantalón. No quería abrir los ojos, pues sabía que luego de esos momentos de oscuridad, la luz lastimaría y cegaría por unos instantes sus cansados ojos. Luego de tantear buscando el interruptor de la pequeña lámpara de la mesilla de noche, logró apagarlo y abrió los ojos para recibir a esa cuasi oscuridad. Suspirando con lentitud se arropó con la única sábana que usaba y abrazó la almohada. Seguía con los ojos abiertos, tratando de hacer una anamnesis exacta y perfecta. Poco a poco los fue cerrando hasta quedar profundamente dormido, luego de entrar al famoso ciclo REM, uno de los mayores intentos de los científicos que complicar las cosas simples, y de clasificar y catalogar algo tan inclasificable como es el dormir y los sueños. En un punto de este ciclo comenzó a tener imágenes proyectadas desde su subconsciente, o comenzó a soñar, como lo prefieran. Pasaba algo curioso con sus sueños, todos los días soñaba y recordaba sus sueños, cosa que la mayoría de los demás mortales no podemos hacer. Citando de nuevo a los científicos desalmados, soñamos y no recordamos nuestros propios sueños, solamente una pequeña parte de esos sueños es posible recuperarla y traerla al día siguiente a nuestra parte consciente.

Esta vez soñaba que estaba en una pradera, o algo por estilo, muy idílica por cierto, con aves trinando y el verde tan intenso que parecía irreal. Flores de miles de colores, de un tono tan fuerte que parecían hechas con pegostes de tubos de pintura. Cerca de ahí pasaba un río, lo sabía por el sonido como de risas cascabeleantes del agua corriendo, se acercó al lugar de donde provenía el sonido, y vio un puente cerca de ahí, un puente tan viejo y desgastado que parecía que se sostenía solamente por arte de magia. Cada piedra llena de musgo y fango verde coincidía con sus vecinas, o al menos así lo era en las partes que no había sido desgastada por el agua y los años. Subió a la parte más alta, encima de una enorme piedra, justo al centro del puente y del río. Desde ahí observó el río, tan cristalino que podía ver el fondo, con piedras lisas, oscuras y grises, formando un mosaico amorfo en el lecho del río. Se bajó de ese lugar y terminó de atravesar el puente, con paso muy decidido, como quien realiza una tarea muy importante. Pero al posar el pie al otro lado se despertó de golpe.

El sol le daba de lleno en la cara, como era eso posible si estaban programadas a una hora exacta de la madrugada todas sus alarmas. No solía ver al sol nacer hasta estar ya dentro de su automóvil, y ahora lo miraba así, iluminando de lleno su cama. Pero esta no era su cama, se incorporó y observo a su alrededor. Esa no era su habitación, y obviamente esa no era su casa, había un tiradero de papeles, pinturas, pinceles, cuadernos, lápices, plumas, libros, escritos, apuntes, y cuanta chuchería de artista se pueda inventar en este mundo. Había unas prendas junto a su cama, incluida la ropa interior, revisó debajo de las sábanas y al ver que no usaba nada, la tomó y se la puso con prontitud. Al menos así si entraba alguien mientras husmeaba el lugar no tendría ningún momento demasiado incómodo. Se puso una camisa raída, y un pantalón con claras señales de haber sido utilizado para pintar con óleo. Observó los lienzos amontonados en un rincón, todos a medias, y sin firmar. Junto a ellos había una mesa, con muchos más papeles escritos a mano, esa no era su letra, ni siquiera se parecía en el mínimo de los trazos. Desprolija y con algunos caracteres difíciles de entender.

Tomó algunos y los ojeaba, mientras regresaba a la cama. Leyó el título de uno que le llamó la atención. “El sueño múltiple y creador de dios” Así, sin poner en mayúscula el nombre de Dios, lo del sueño lo inquietaba, comenzó a leerlo. “Pensemos en dios, no pensemos específicamente en un dios, ni pensemos que sea único y omnipotente, como en realidad lo es. Pensemos que es simplemente uno de nosotros con una capacidad creadora infinitamente poderosa, con una mente capaz de crear en una noche la vida de una persona nueva y diferente. No es la vida eso, apenas un sueño del que despertaremos a través de lo que llamamos muerte en cualquier momento. No seremos acaso parte del subconsciente de un ser superior, ya que no queremos decir que es otro humano como nosotros. Todos somos parte del sueño múltiple e interconectado del que llamamos dios, nos sueña a cada uno en una serie de sueños eternos, nuestra conciencia es su conciencia, que se toma el papel de cada uno de nosotros. Sueña nuestra vida, y sueña cada una de las vidas de las personas de nuestra vida. No precisamente al mismo tiempo, ni precisamente en orden cronológico, para algo es dios, y puede recordar cada una de las vidas soñadas aunque no sean consecutivas. Por eso es omnisciente, sabe lo que pasó y lo que pasará, porque ya lo soñó. Acaso nuestros sueños nos convierten en parte de nuestro creador, creando lo que él crea, juntos.”

No había nada más, el texto se quedaba sin conclusión, se tomó los cabellos entre los dedos, que sintió largos. Buscó un espejo, alguna superficie metálica al menos, encontró un trozo de espejo dentro de algo que parecía una escultura, y se vio, pero no era él mismo. Era alguien más, otra persona, parecido en algunos detalles, pero no era él. Cada vez estaba más asustado, y esa lectura del sueño múltiple y creador de dios lo había dejado más confundido. Recordó su sueño, el paso a través del puente. Su vida y esta vida no eran la misma, pero eran de la misma persona, entonces si eran parte de la misma vida. Acaso su vida anterior había sido un sueño, o esta era un sueño del que no podía despertar. Cerró los ojos y trató de dormir, para volver a soñar y regresar a su vida anterior, pero lastimosamente nunca volvemos a soñar la misma cosa dos veces, al menos en la misma vida.

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