Levantó la cerveza como quien
no ponía atención. Sus amigos estaban justo detrás de él hablando con un par de
chicas, odiaba esa manera en que las abordaban, entre todos, como chacales
sobre una presa fácil, y vaya que eran presas fáciles. La botella estaba fría
en su mano, sentía la humedad en sus dedos, acercó la boquilla a sus labios y
le dio un sorbo. La colocó de nuevo en la mesa, las chicas iban y venían, en un
vaivén de encaje con arabescos de negligé. Una de las mujeres hacia cabriolas
sobre un escenario, no podía creer como era que lograba mantener el equilibrio.
Miraba con atención a todas las personas que tenía a su alrededor, entre sorbo
y sorbo de cerveza. Estaba empezando a aburrirse un poco, cuando una chica se le acercó, él ya
sabía a qué venía pero aun así la dejó acercarse.
- Oye ¿por qué tan solo? -
Dijo con voz meliflua.
- Mis amigos está allá, - dijo
señalando con la cabeza - atacando a tus amigas.
- ¿Y por qué no estás con
ellos?
- Bueno, no me gusta eso de
devorar a la presa en manda, soy más de cazar solo.
- Ya veo, pero en este caso,
pareciera que quien te está cazando soy yo. - Dijo con una sonrisa.
- Puede ser, o tal vez solo
estoy dejando que la presa se acerque un poco.
La chica rio de nuevo, por lo
menos tenía una bonita sonrisa. La vio con más atención, tenía el cuerpo
bronceado perfectamente, ni una línea más clara en su cuerpo, que se dejaba
mostrar a través de su escasa ropa. Con un rápido movimiento retiró su cabello
de enfrente y lanzándolo a la espalda se recostó en la mesa, sacando un poco
los senos, sabía que la observaba y debía sacar partido de ello. Sabía que
debía hacer para poder continuar con la plática, así que levantó la mano y
pidió dos cervezas. El camarero vestido de forma elegante entendió
inmediatamente las señas y llevó dos botellas. Ya librada del coqueteo inicial
decidió moverse un poco más y cerrar el trato, sentándose en sus piernas
soltando una carcajada. Claro para ella todo era un juego, estaba al acecho,
buscando victimas a quienes atrapar en medio de sus piernas, a quien dejarle
poner las manos encima, con quien dejarse sentir utilizada.
- ¿Por qué?
- Por qué que cariño.
- ¿Por qué haces esto?
- Por lo visto eres muy serio.
- Dijo mientras volvía a hacer su cabeza para atrás, dejando el cuello al
descubierto. - Lo hago porque puedo beber, estar de fiesta todas las noches, me
pagan por tener sexo.
- En serio, ¿por qué lo haces?
- En serio, lo hago por eso,
aparte… así nadie me romperá el corazón.
- Eso me suena como una razón
más valida que todas las que me diste antes. ¿Podría saber cuál es tu nombre? -
Dijo al tiempo que ponía la mano sobre su muslo, no lo hacía como lo hacían los
demás, lo la tocaba con deseo y eso lo notó.
- Cristal, mi nombre es Cristal.
- Tu verdadero nombre.
- Me llamo Samanta. - Dijo
mientras lo miraba a los ojos, como escudriñando que era lo que pasaba por la
mente de ese hombre.
- Te pedí tu verdadero nombre.
- La miraba a los ojos fijamente. La sorpresa estaba palpable en su rostro.
- Me llamo Elena. - Contestó
al fin, había vergüenza en su voz, tal vez era la primera vez que decía su
nombre en ese lugar.
- No te avergüences. Todos
tenemos lados que no les mostramos a los demás, vamos piensa que somos como
monedas, siempre tenemos dos caras. Tomate esa cerveza, eso te ayudará.
Ella asintió y dio un largo
trago, volviendo a poner en descubierto su cuello, lo vio de nuevo y sonrió,
volteando de nuevo al techo. Él levantó la mano y le rozó el cuello con
delicadeza, notó como sus muslos se tensaban, y sus pechos se estremecían,
definitivamente nadie la había tocado así nunca antes. Con la otra mano tomó su
cadera con firmeza, para luego acariciarla con dulzura. Ella se estremeció de
nuevo, pero se inclinó en su oreja, y le susurró: “No sigas, no por permiten
hacer esto frente a todos.” Un mesero la llamó y ella se levantó
inmediatamente, habló un momento con él, para luego irse. El mesero llegó con
él a ofrecerle algo más de beber, en lo que Cristal tenía su turno para ofrecer
un espectáculo, cortésmente lo rechazó y le dijo que iba a pagar. Pagó, recibió
su recibo con el monto gastado y se levantó, sus amigos un poco asombrados lo
siguieron.
- No que ibas a lograr tirarte
a una de ellas sin pagar. - Dijo uno de ellos cuando ya estaban fuera del
burdel.
- Y así será, sólo que no será
hoy. - Contestó mientras sacaba el recibo de la bolsa de su camisa y se los
mostraba. Escrito claramente se leía Cristal y un número de teléfono.
- Guau. Eres lo máximo,
tenemos que ser tus alumnos, nos tienes que enseñar.
- Guardó tranquilamente el
pedazo de papel en el bolsillo para contestarles.
- Las putas son siempre
iguales, solo hay que saber qué cara de la moneda hay que mostrarles.