lunes, 1 de junio de 2015

Dos caras

Levantó la cerveza como quien no ponía atención. Sus amigos estaban justo detrás de él hablando con un par de chicas, odiaba esa manera en que las abordaban, entre todos, como chacales sobre una presa fácil, y vaya que eran presas fáciles. La botella estaba fría en su mano, sentía la humedad en sus dedos, acercó la boquilla a sus labios y le dio un sorbo. La colocó de nuevo en la mesa, las chicas iban y venían, en un vaivén de encaje con arabescos de negligé. Una de las mujeres hacia cabriolas sobre un escenario, no podía creer como era que lograba mantener el equilibrio. Miraba con atención a todas las personas que tenía a su alrededor, entre sorbo y sorbo de cerveza. Estaba empezando a aburrirse  un poco, cuando una chica se le acercó, él ya sabía a qué venía pero aun así la dejó acercarse.

- Oye ¿por qué tan solo? - Dijo con voz meliflua.
- Mis amigos está allá, - dijo señalando con la cabeza - atacando a tus amigas.
- ¿Y por qué no estás con ellos?
- Bueno, no me gusta eso de devorar a la presa en manda, soy más de cazar solo.
- Ya veo, pero en este caso, pareciera que quien te está cazando soy yo. - Dijo con una sonrisa.
- Puede ser, o tal vez solo estoy dejando que la presa se acerque un poco.

La chica rio de nuevo, por lo menos tenía una bonita sonrisa. La vio con más atención, tenía el cuerpo bronceado perfectamente, ni una línea más clara en su cuerpo, que se dejaba mostrar a través de su escasa ropa. Con un rápido movimiento retiró su cabello de enfrente y lanzándolo a la espalda se recostó en la mesa, sacando un poco los senos, sabía que la observaba y debía sacar partido de ello. Sabía que debía hacer para poder continuar con la plática, así que levantó la mano y pidió dos cervezas. El camarero vestido de forma elegante entendió inmediatamente las señas y llevó dos botellas. Ya librada del coqueteo inicial decidió moverse un poco más y cerrar el trato, sentándose en sus piernas soltando una carcajada. Claro para ella todo era un juego, estaba al acecho, buscando victimas a quienes atrapar en medio de sus piernas, a quien dejarle poner las manos encima, con quien dejarse sentir utilizada.

- ¿Por qué?
- Por qué que cariño.
- ¿Por qué haces esto?
- Por lo visto eres muy serio. - Dijo mientras volvía a hacer su cabeza para atrás, dejando el cuello al descubierto. - Lo hago porque puedo beber, estar de fiesta todas las noches, me pagan por tener sexo.
- En serio, ¿por qué lo haces?
- En serio, lo hago por eso, aparte… así nadie me romperá el corazón.
- Eso me suena como una razón más valida que todas las que me diste antes. ¿Podría saber cuál es tu nombre? - Dijo al tiempo que ponía la mano sobre su muslo, no lo hacía como lo hacían los demás, lo la tocaba con deseo y eso lo notó.
- Cristal, mi nombre es Cristal.
- Tu verdadero nombre.
- Me llamo Samanta. - Dijo mientras lo miraba a los ojos, como escudriñando que era lo que pasaba por la mente de ese hombre.
- Te pedí tu verdadero nombre. - La miraba a los ojos fijamente. La sorpresa estaba palpable en su rostro.
- Me llamo Elena. - Contestó al fin, había vergüenza en su voz, tal vez era la primera vez que decía su nombre en ese lugar.
- No te avergüences. Todos tenemos lados que no les mostramos a los demás, vamos piensa que somos como monedas, siempre tenemos dos caras. Tomate esa cerveza, eso te ayudará.

Ella asintió y dio un largo trago, volviendo a poner en descubierto su cuello, lo vio de nuevo y sonrió, volteando de nuevo al techo. Él levantó la mano y le rozó el cuello con delicadeza, notó como sus muslos se tensaban, y sus pechos se estremecían, definitivamente nadie la había tocado así nunca antes. Con la otra mano tomó su cadera con firmeza, para luego acariciarla con dulzura. Ella se estremeció de nuevo, pero se inclinó en su oreja, y le susurró: “No sigas, no por permiten hacer esto frente a todos.” Un mesero la llamó y ella se levantó inmediatamente, habló un momento con él, para luego irse. El mesero llegó con él a ofrecerle algo más de beber, en lo que Cristal tenía su turno para ofrecer un espectáculo, cortésmente lo rechazó y le dijo que iba a pagar. Pagó, recibió su recibo con el monto gastado y se levantó, sus amigos un poco asombrados lo siguieron.

- No que ibas a lograr tirarte a una de ellas sin pagar. - Dijo uno de ellos cuando ya estaban fuera del burdel.
- Y así será, sólo que no será hoy. - Contestó mientras sacaba el recibo de la bolsa de su camisa y se los mostraba. Escrito claramente se leía Cristal y un número de teléfono.
- Guau. Eres lo máximo, tenemos que ser tus alumnos, nos tienes que enseñar.
- Guardó tranquilamente el pedazo de papel en el bolsillo para contestarles.
- Las putas son siempre iguales, solo hay que saber qué cara de la moneda hay que mostrarles.