viernes, 8 de abril de 2011

La otra

Encendió la luz del pequeño baño y se sentó en el inodoro. Estaba totalmente desnuda, cosa que en ese momento no le molestaba. Le encantaba pasearse así en su casa cuando no había nadie. Claro que en ese momento no estaba en su casa, se encontraba en el primer motel que habían encontrado tratando de alejarse lo más posible de sus casas. Había sido como siempre, ella salía de su casa, el pasaba a recogerla, y tomaban la primera ruta que se les ocurriera. Siempre al medio día, siempre los martes, siempre escondiéndose. Durante el camino platicaban un poco sobre cómo había sido su semana, que había pasado de nuevo. Que difícil era platicar de eso con un amante sin sentir remordimientos, hablar de su marido, de sus hijos, de su madre, de las trivialidades de las vecinas, inclusive sentía que las engañaba a ellas. Tal vez, él sentía lo mismo, porque tampoco sacaba mucho esos temas a colación. Al fin llegaban a su destino. Él siempre pagaba. Subían las escaleras, las bajaban, entraban directamente, todo dependía del lugar. Esta vez estaban en uno de sus favoritos, le encantaban las cortinas y las sábanas. Luego de poner cerrojo y cerrar las cortinas pasaban a desnudarse. Conocía cada una de las formas de sus cuerpos, sus manos se guiaban solas. Cada encuentro era diferente, pero muy parecido al mismo tiempo. Al final luego de estar sudorosos y exhaustos, ella iba al baño y orinaba. Tal vez era una ridiculez hacerlo, pero debía hacerlo siempre. Claro, con su esposo no hacía eso, con él el mediocre polvo terminaba y ella no sentía esa necesidad. Tal vez solo era cuando estaba satisfecha.
En ese momento solo se oía la orina caer en el agua del inodoro, y el goteo del grifo mal cerrado. Cuando ya solo se oía el constante goteo del grifo, cortó un trozo de papel y se limpió como le había enseñado su madre, desde atrás, de adelante para atrás. Al menos eso si se lo había enseñado bien su madre. Tiró el trozo doblado y humedecido en la papelera. Había tantas cosas que no le había enseñado, cómo lidiar con esta situación con ejemplo. La culpa la llenaba por momentos, por otro se sentía justificada, otros simplemente no le daba importancia. Se levantó y se sintió desnuda de verdad, con pudor. Tomó una de las toallas del lugar y se envolvió en ella. Regresó a la cama, y se sentó en la orilla, las sábanas estaba revueltas, una almohada estaba en el suelo, sobre la otra descansaba la cabeza de él, y el esperaba medio adormitado, acostado boca abajo, desnudo también. Lo vio y suspiró, se despojó de la toalla, y se acostó junto a él. Con una mano jugó con sus cabellos. Con los ojos cerrados le dijo “¿Quieres que nos vayamos?” Al no oír respuesta abrió los ojos, y ella solamente asintió con un suave movimiento de la cabeza. Luego de vestirse cada quién por su cuenta salieron del lugar. Si el trayecto de ida era silencioso, el de regreso lo era mucho más. Luego de unos minutos estaba de nuevo en su casa. Sus orejas estaba rojas al despedirse, al ver alejarse el carro, suspiró con fuerza. Siempre sería la otra, y nada más.