En medio de la oscuridad
observaba las sombras de la sala de su amiga, acostada en el sofá apenas si
podía moverse. Sus amigas eran unas inmaduras, mira que pelearse por tantas
niñerías, ni siquiera habían podido terminar de estudiar. No soportaba estar un
minuto más junto a ellas, así que tomó sus cosas y se fue a la sala a dormir. No sabía en qué momento había empezado a
pensar de manera diferente, solamente lo había hecho. Tenían todas la misma
edad, pero ellas seguían siendo unas niñas, ella se sentía más grande, más
madura, ya toda una mujer. Se rió de sí misma al pensar eso, mira que sentirse
toda una mujer y seguía siendo virgen. Alguna de sus amigas ya habían dado ese
paso, pero ella seguía esperando, y aun así era más madura que ellas. ¿Qué es
lo que de verdad nos hace crecer? Definitivamente ese tipo de experiencias no
lo hace. Recordó de nuevo a sus amigas, muy probablemente estarían durmiendo,
tal vez habían cuchicheado hasta el cansancio sobre su extraño comportamiento.
Debía darles algún tipo de lección, algo para que aprendiera, un discurso tal
vez. No, ya les había dado uno antes de irse a dormir a la sala.
Mientras estaba sumida en sus
pensamientos escuchó unos ruidos sordos detrás de ella, parecían pasos
amortiguados, con la intención de hacer el menor ruido posible. Se incorporó de
pronto, y vio al tío de su amiga detrás de ella. Era injusto decirle tío, apenas
tenía veintitrés años, pero para ella que tenía diecisiete lo miraba ya como un
adulto hecho y derecho. Vestía con un pantalón de pijama a la rodilla, una
camiseta e iba descalzo. Ella se lamentó de estar usando un pijama de color
rosado, muy infantil, aunque la pequeñísima pantaloneta a juego le hubiera
ayudado a no parecer tan niña, si no fuera por los cerditos estampados en ella.
- ¿Qué haces durmiendo aquí
sola?
- Tuve una pelea con las
chicas, y preferí dormir aquí.
- Vaya, eres valiente para
quedarte aquí. Yo hubiera podido dejarte dormir en mi cuarto.
- No… - Dijo mientras se
sonrojaba. – No, gracias. No creo que fuera lo más correcto.
- Bueno, yo decía. – Dijo
mientras se acercaba a ella. – Al menos puedo hacerte compañía, no puedo dormir
y me haría bien un poco de plática.
- Sí, eso sí podrías hacer.
- Se nota que eres diferente a
mi sobrina, y todas sus amigas. Ya te ves como toda una mujer. – Dijo mientras
se sentaba junto a ella. – Actúas diferente, lo noté desde hoy por la tarde.
- Gracias. – Se sonrojó un
poco y vio como sus ojos centelleaban en la oscuridad.
- De nada. Aparte eres muy
linda. – Levantó su mano y le alejó un mechón de cabello del rostro, lo colocó
detrás de su oreja que luego acarició con el dorso de su mano.
- Gracias. – Quitando la mano del muchacho con un rápido movimiento. Sabía que eso no era correcto.
- No tengas miedo, me di
cuenta de cómo me mirabas hoy por la tarde.
- Te… Te diste cuenta. – Dijo
en un hilo de voz, recordó que por la tarde lo había visto con interés, pero al
devolverle el la mirada la evadió con rapidez. La verdad es que lo encontraba
muy guapo, había algo en sus ojos avellana que le atraían a posar los suyos
sobre ellos.
- Claro que me di cuenta. ¿Sabes
algo? También me gustas, eres muy linda, ya te lo dije hace un momento.
- Gra… Gracias. – Cohibida
como estaba apenas si podía abrir la boca para articular las palabras. Se quedó
mirando al suelo. No se atrevía a verlo, aunque la oscuridad impedía que viera
lo roja que se había puesto, sentía el calor emanar de su cuerpo. De nuevo la
mano del muchacho le tocó la cara, esta vez con los nudillos le levantó el
rostro. Sin decir nada más le plantó un beso, aturdida no sabía si moverse o
no. La mano de él se deslizó de su rostro a su cuello, y la otra fue directo a
su cintura. Notaba como la acariciaba con firmeza, como poco a poco su mano
tomaba su cadera y se deslizaba debajo de su blusa. Decidió responder de alguna
manera y puso una mano sobre su hombro y la con la otra en su costado. Lo cual
pareció alentarlo, pues la besaba con más ahínco, y sus manos seguían
deslizándose acariciando diferentes partes de su cuerpo. Decidió imitarlo, lo
hacía con nerviosismo y por ende con torpeza, no sabía hasta donde estaba
permitido tocar, aparte de que había una pequeña voz en su cerebro que le
gritaba que se detuviera.
El muchacho en un alarde de
hombría exacerbada se quitó la camiseta, aunque en medio de la penumbra no
podía distinguir mucho, decidió tocar su torso con apenas las yemas de sus dedos.
Sabía que eso iba para más, y que el hacer eso lo había alentado a continuar,
que fue exactamente lo que hizo, dándole un par de besos en el cuello, tomó sus
caderas con las dos manos, para luego subirlas para deslizarle la blusa, lo
cual fue demasiado para ella. Se cubrió el abdomen de nuevo, y agachó la cabeza
negando suavemente.
- ¿Qué te sucede? ¿Tienes
miedo?
- Negó de nuevo con la cabeza
sin atreverse a levantar la mirada.
- Desde que te vi dije, esta
carne ha de ser mía. – Mientras lo decía la volvió a tomar por las caderas.
Volvió a verlo a los ojos y vio ese brillo malicioso, como si fuera un gato en
medio de la oscuridad.
- No quiero… No quiero que mi
primera vez sea así, te imaginas que bajara alguien ahora. En la sala de mi
amiga, con su tío. No. No puedo.
- Bueno como quieras. – Dijo
con aire ofendido. – Pensé que eras diferente, pero sólo eres una niña.
Luego de decir eso se levantó
y se fue, dejándola sola de nuevo. Tenía razón, sólo era una niña, en que
estaba pensando al sentirse madura. Aunque el no dejarse llevar por esos
impulsos demostró un tipo de madurez diferente, no sabía si se lo decía a sí
misma para consolarse o era cierto lo que pensaba. Observó la camiseta que
estaba junto a ella, la tomó y regresó a la habitación de su amiga, en silencio
guardó la camiseta dentro de su mochila y se acostó en dónde pudo. Decidió no
contarle nunca a nadie lo que había pasado.
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