Al fin podía darse un tiempo
de descanso de todo, necesitaba ese par de días para desintoxicarse completamente,
así que empacó sus maletas con lo más esencial, dejó su teléfono en casa y
salió muy de mañana para poder llegar con la luz del sol a ese lago que tanto
le gustaba. El camino en la carretera fue muy tranquilo, nubarrones grises se
dejaban ver de vez en cuando, pero el sol iluminaba todo a raudales la mayoría
del tiempo. Hacía viento, así que cuando paró en una estación por gasolina tuvo
que ponerse una chaqueta, compró una especie de pastel que en el empaque decía
relleno de manzana, pues no había desayunado, un vaso de duroport con café
acompañaría el frugal desayuno. Ya con algo en el estómago y de nuevo en la
carretera podía encender un cigarrillo, el paisaje estaba empezando a cambiar,
de los tonos terrosos a los que estaba acostumbrado a cada vez más gris, con
pedruscos más y más grandes. Algo así como el cigarrillo que ya terminó, el
tabaco quemándose, como si estuviera en una carrera, con dirección a la brasa,
y ahora estuviera en las cenizas. Definitivamente debía de comer algo más, ese
tipo de ideas descabelladas no se le hubieran ocurrido si estuviera
completamente satisfecho. Lo bueno era que en el lago siempre había personas
vendiendo comida, podría comprar algo y sentarse en las frías rocas a observar
la quietud del agua.
No sabía por qué le llamaba
tanto la atención ese lago en particular, había otros mucho más atractivos,
pero este siempre le había fascinado, era gris, rocoso y frío. No había una playa
decente dónde descansar, únicamente rocas y más rocas. A partir de la última
visita había aprendido a llevar una silla plegable para poder descansar con
comodidad, usualmente necesitaba armarse de valor para meterse al agua, ya que
siempre estaba helada y hacía dudar hasta al más valiente. Ya estaba llegando a
la última curva del camino, desde la cual podía ver el lago, decidió encender
otro cigarrillo, esa vista lo ameritaba, gris y más gris, rocas, y montañas
grises, con poco verde, y ese poco tan deslucido y mustio que le daba un aire
demasiado melancólico. Llegó al parqueo dónde siempre dejaba el automóvil, se
bajó de un salto, el hotel estaba un par de calles a la derecha, aun así lo
primero era disfrutar la mañana en el lago, cuando hizo su reservación le hicieron
la aclaración de que podría ingresar a su habitación hasta luego de medio día. Así
que tomó una pequeña mochila que ya tenía preparada, y luego de verificar que
todo quedara asegurado, empezó a caminar, todavía debía bajar por unas
callejuelas estrechas, las casas de distintos colores y materiales quedaban a
veces tan cerca, que los vecinos de frente podían darse la mano durante las
mañanas por las ventanas.
Llegó al final del camino, la
playa, si es que le podía decir así a esa superficie plana llena de piedras
redondas y húmedas. Buscó en sus bolsillos, y encontró otro cigarrillo, dejó
caer la mochila y sacó la silla plegable. De un golpe la armó y se dejó caer en
ella, el viento era helado, casi gris, como todo alrededor. Jugueteó con el
cigarrillo que tenía entre los dedos antes de encenderlo, dejo ir una bocanada
de humo gris. Se quedó observando el lago, cerca de él pasó una mujer vendiendo
fruta, luego de escoger un par de cosas volvió a recostarse en la silla. El
cigarrillo ya casi se había consumido, tomó una mandarina de entre las cosas
que había comprado y metió el resto en la mochila. Entre bocanada y bocanada se
desató los zapatos para poder descalzarse. Puso los pies desnudos sobre las
rocas y sintiendo el frío que le golpeaba los pies, un escalofrío lo recorrió
de pies a cabeza. Apagó la colilla contra una roca, ya no podía pisarla con el
pie desnudo. Tomó uno nuevo y luego de encenderlo caminó despacio a la orilla
del agua. Con la mandarina en una mano y el cigarrillo en la otra se levantó un
poco del dobladillo del pantalón, cuando al fin estuvo en la orilla se sentó y
dejó que el agua juguetona le acariciara los pies. Peló la mandarina con
paciencia mientras se fumaba el nuevo cigarrillo. El aroma del tabaco en sus
dedos se mezclaba con el de la mandarina, el zumo de la cáscara llenaba sus
dedos e impregnaba el filtro del cigarrillo, luego de otra bocanada sentía el
aroma de la mandarina en sus pulmones. Tiró los trozos de la cáscara lo más
lejos que pudo, terminó el cigarrillo y lanzó la colilla en la misma dirección.
Gajo por gajo se comió la mandarina, escupiendo las semillas en el agua.
El frío del agua empezaba a
hacer mella en su cuerpo, estaba a punto de dar vuelta cuando sintió que el
agua estaba mucho más debajo de sus tobillos, cuando hacía unos minutos estaba
casi al nivel de su rodilla. Volteó a ver hacía la orilla, la cual estaba mucho
más cerca y se acercaba cada vez más. Lo primero que pensó fue en un tsunami,
pero eso solamente pasaba en el mar, o al menos eso sabía. Vio su silla tan
lejos, con su mochila, escudriñó el resto de la orilla, buscando algún posible
refugio, decidiéndose por una vieja torre de vigía. Empezó a dar saltos en el
agua, para luego empezar a correr sobre las húmedas rocas llenas de lodo.
Varias veces trastabilló al tropezar con alguna roca pero siguió su alocada
carrera. Al fin llegó a su silla, la levantó de un golpe junto con su mochilla,
y siguió corriendo hasta la vetusta torre, cayó de bruces poco antes de llegar
a la escalera, se levantó casi sin pensar en que estaba haciendo y se colgó la
mochila en los hombros, lanzó la silla a un lado, y empezó a subir con frenesí.
A media escalera pudo hacer una pausa, con nerviosismo vio hacia el lago y solo
vio agua, al ver hacia abajo vio que ya había llegado hasta el pie de la torre
y parecía subir despaci, con paciencia. Sintió el sudor en su frente y siguió
subiendo hasta llegar al pequeño cuarto que conformaba la torre.
Dentro estaba oscuro y húmedo,
las paredes pintarrajeadas por los visitantes nocturnos le daba un aire
siniestro. Se dejó caer y vio sus pies descalzos, le faltaban algunos trozos de
uña y estaban un poco ensangrentados, las palmas de sus manos también, pero al
menos ahora se encontraba a salvo, el agua no podría llegar hasta esa altura.
Muy despacio se acercó a la orilla y vio que el agua cubría la mitad de la
playa, sabía que lo peor sería cuando regresara el agua a su lugar, pero debía
de haber llegado mucho más lejos, así que empezó a bajar, la gente seguía a la
orilla de la playa observando el raro comportamiento del agua, no había
avanzado ni un tercio de la escalerilla cuando se fijó en que el agua se
retiraba de nuevo, ahora con mayor velocidad, prefirió subir de nuevo y observó
que el agua se alejaba esta vez mucho más. Apenas una línea tenue separaba la
playa de la parte mucho más oscura que siempre se encontraba cubierta de agua.
El agua regresó de nuevo, ahora mayor velocidad, se quedó estática por un
momento y se retiró con mayor velocidad. Parecía como si algún cruel dios
estuviera metiendo su dedo en el centro del lago y lo estuviera revolviendo
sólo para atormentar a las personas que estuvieran en la orilla.
Empezó a ver ciertas cosas
flotando en el agua, cajas de madera y similares que empezaban a unirse al vaivén
del agua. Parecía que nunca iba a acabar, el movimiento cada vez era más
brusco, detrás de él empezó a escuchar voces de alarma, parecía que la gente no
estaba tan estática, cada vez el movimiento era más rápido, aunque el agua
siempre tomaba una pausa al retirarse y al llenar la playa. A lo lejos divisó
lo que parecía una bicicleta siendo arrastrada, pero desapareció antes de que
pudiera distinguirla, el agua no llegaba hasta su refugio, pero hasta cuándo aguantarían
los postes de madera no podría asegurarlo. El agua se alejó de nuevo, pero
ahora un grito acompañó su movimiento, sacó la cabeza para ver que sucedía y
pudo ver a un niño que corría hacia el agua, persiguiéndola, apenas se
despegaba de ella por unos metros, una mujer corría detrás de él pero estaba
demasiado lejos como para alcanzarlo. El agua se quedó estática por un momento
y cubrió al niño por completo cuando regresaba, la mujer siguió corriendo hacia
el agua hasta que de un empellón la lanzó contra las rocas. El agua se retiraba
de nuevo, la mujer se levantó y siguió gritando y corriendo, hasta que el agua
se detuvo, luego de eso corrió con más velocidad, al observar que regresaba se
hincó en medio de las piedras y dejó que el agua la cubriera.
Tragó saliva luego de ver a
esas dos personas desaparecer, y se dio cuenta de que apenas estaba agarrado
del marco de la puerta y tenía los pies en el primer peldaño de la escalera.
Regresó al fondo de la pequeña construcción de madera y se tragó las lágrimas
que llenaban sus ojos. El lago seguía con su vaivén, sólo podía ver el agua que
se movía. Respiró profundo. Debía de encontrar el momento de huir, sacó la
cabeza de nuevo y notó que el movimiento era cada vez más suave, pero no
terminaba de agarrar valor para bajar, poco a poco el agua regresó a su límite
normal, cuando ya sólo acariciaba las piedras de la orilla con suavidad, sus
pies tocaron las frías y húmedas piedras. Sin apenas ver como estaba todo
alrededor suyo, corrió hacía su auto, no permitiría que él fuera el siguiente
sacrificio para esos dioses que jugaban con el lago para obtener sus presas.