sábado, 12 de noviembre de 2011

¡El diablo me habló!

Todos los discursos de pseudo-evangelización empiezan con un ¡Dios me habló! pues a mí ¡El diablo me habló! No piensen que vino hasta mí en medio de una nube azufrada, vestido de negro, con esa figura, digamos diabólica, con que se le pinta siempre. Vino a mí y me habló en mi mente, en mi interior, pues así como Dios vive dentro de cada uno de nosotros, es normal que el diablo también viva dentro de cada uno de nosotros. Es casi como una decisión personal el dejarlo que rija y mande en nuestra vida. Vino al filo de la media noche, justo cuando más solo y vulnerable estaba. Sabía que no era parte de mi pensamiento porque era una voz diferente, una voz dulce y seductora, una voz que inundó cada uno de mis pensamientos. “Estoy feliz de que me puedas escuchar” dijo “Pero me tiene mucho más feliz que la gente no pueda diferenciar mi voz de la del buenazo que no puedo nombrar, pues la simple mención de su nombre me hiere como si fuera a morir. Dicen que hablan en nombre de Él, cuando en realidad lo que sale de su boca no es más que palabras que yo pongo en su boca, inspiradas por mí, su saliva se convierte en veneno, su labios en instrumentos diabólicos, su alma está en completo control mío. Dicen que hablan en nombre de Él, pero el mensaje no puede estar más alejado de él, pues es posesión mía. Dicen que Él les habla, se lo dicen a los demás, pero su mensaje está lleno de odio, de discriminación, de miedo, de ira, de venganza, de ignorancia, justo todo lo que soy yo.” Hubo un silencio durante el cual yo no sabía ni siquiera que pensar, cuantas veces no había oído yo esos mensajes, cuántas veces no había dudado de que de verdad fuera palabra divina lo que oía, y ahora ahí estaba la respuesta. “No escucho que me respondas, recuerda que puedo pensar, oír, ver y sentir lo mismo que tú, pero no podemos entablar un diálogo si no me contestar a vivo pensamiento, pues es muy diferente que lo pienses para ti, que lo pienses para mí, pero te daré más cosas en que pensar, así, tal vez te animas a contestarme. De su boca viene su condenación, bien dijo su hijo, que nada de lo que entra al cuerpo hace que un hombre se pierda, sino más bien lo que sale de su corazón. Su corazón lo domino yo.” Pero si es así, por qué hablan tan mal de ti, no se dan cuenta de que eres tú quien habla. Repliqué en mi mente, la vibración de mis pensamientos le llegó de inmediato, pues contesto sin chistar. “Ellos creen que están actuando bien, ellos creen que saben lo que dicen, ellos creen que es Él quien les da esos mensajes, pero crees que les mandaría odiar a sus propios hermanos de creación, crees que le mandaría infundir el miedo en ellos. Ellos son tal vez los peores, pues hasta sus intenciones son buenas, a veces lo que logran es bueno, pero por el método erróneo, bueno, erróneo para Él, el idóneo para mí. Logran que se alejen de mí por miedo, por el miedo a mí, a mi castigo eterno” Pero si lo que logran es bueno, por qué sigue siendo malo, no es cierto eso de que el fin justifica los medios, y si al final todo sale bien, no debería de importar como lo lograron. Contesté en un tris. “Claro, claro, pero qué tan buenas son sus intenciones. De verdad lo hacen para vencerme, o lo hacen por algo más. Bendigo el día en que inventaron el dinero, porque él corrompe todo, acaso no muchas personas con el afán de volverse más ricas lo usan a Él. Terminan también siendo parte de mis vasallos” Luego de eso ya no dijo nada, ni siquiera se despidió, me quede pensando en si alguna vez había sido como esos. Conocía a muchas personas que encajaban perfectamente en ese perfil. No sabía si responderle algo, o dejar la pequeña conversación hasta ese punto, mientras esperaba, un aletargamiento profundo se apoderó de mí, sentía mis parpados demasiado pesados y me quedé profundamente dormido.