viernes, 31 de diciembre de 2010

¿Y si te dijera...?

¿Y si te dijera que sos mi amor platónico?
Que con tan solo un beso tuyo
podría ser feliz el resto de mi vida,
pues solamente ese beso me duraría en el recuerdo
hasta el fin de mis días.
¿Y si te dijera que solo es un capricho?
Que solo es una tonta necedad,
que no es más que algo pasajero,
que tal vez dentro de dos días me aburriré de vos,
que me quedaré con solo un buen recuerdo
y nada más
¿Y si te dijera que solo es amistad?
Qué no es más que simple aprecio,
que nunca será nada más,
que nunca probarás una caricia mía,
 y a pesar de que reímos,
cantamos,
lloramos
y bebimos,
nunca llegaré a sentir nada más.
¿Y si te dijera que me olvidé de ti?
Que el tiempo, la rutina,
el cansancio y el estrés,
te alejaron de mi mente.
Que recuerdo poco de ti,
que apenas eres una mancha en mi memoria.
¿Y si te dijera que nunca fuiste importante para mí?
Que solo eres alguien que pasó por mi vida haciendo acto de presencia.
Que no recuerdo bien tu nombre,
ni por qué intercambiamos una palabra,
un gesto,
una mirada.
No recuerdo bien tu rostro,
no recuerdo cómo eres.
¿Y si dijera que no te conozco?
Y nunca te conoceré.

martes, 28 de diciembre de 2010

Bajo la luz de la luna

Era una fría noche de diciembre, la temperatura estaba tan baja que podía ver su aliento volverse una húmeda nube de vapor, que se disipaba para volverse parte de la noche. En ese lugar la única luz era la de luna llena a plenitud, era una noche hermosa. Esa luz que solo la luna puede generar, esa luz que le da un aspecto etéreo a todos los objetos. Le encantaban esas noches, no había ni una sola nube en el cielo, y la luz de la luna opacaba a las estrellas de su alrededor, así que solo era posible ver las que colindaban con el horizonte. Le encantaba caminar bajo esa bella luz, sobre todo en compañía, con los brazos entrelazados. Los gruesos abrigos y guantes les impedían tocarse, pero se sentían cerca, y eso era lo que importaba. Observar que con los brazos enlazados así, era una única sombra la que proyectaban en el suelo, así sentía que eran, como un solo ser. Observó las demás sombras de la calle, cada pequeño árbol daba una imagen muy diferente de lo que eran en realidad. Así en la sombra podía observar el conjunto que formaba cada uno de los componentes de los objetos, y le era posible verlos sin hacer divisiones. Las casas del pueblo formaban una sola sombra, amenazadora, pero al mismo tiempo daba la sensación de ser algo acogedor y enorme, bajo lo cual podían cobijarse muchas cosas y muchos seres.

Poco a poco iban dejando atrás las casas del pueblo, el terreno se volvía irregular y cada vez más y más empinado. Había muchas más plantas a su alrededor, sus sombras se entrelazaban en diferentes puntos, y lo que no oscurecían parecía brillar debido a la luz de la luna. Luego de unos minutes tenía un poco de flato, pero habían llegado a la casa a la que se dirigían. Era una enorme casa vieja, al entrar lo primero que se apreciaba era el enorme jardín. Lo primero que notó de ese jardín fueron las exuberantes plantas que llenaban de diferentes aromas la noche. Se dirigieron hacía una de las paredes laterales de la casa. Se quitaron los guantes para poder subir por una tortuosa escalera. Luego caminaron por un espacio de medio metro hacía la parte trasera de la casa, donde les esperaba una segunda escalera, mucho más descuidada y herrumbrosa.

Al fin estaban sobre el techo, de pie, observaron a la lejanía las luces de una brillante ciudad. Cada uno de los puntos de luz vibraban o se movían, se notaba que esa ciudad estaba viva. Se miraron a los ojos mientras se tomaban de las manos, la luz de la luna iluminaba su cara, se regodeaba viendo lo hermoso de su rostro. De repente se atrevió y le dio un beso así, de un momento a otro, fue casi como un beso robado, pues era esperado. Solo sentía el calor que emanaba de su cuerpo, los labios tibios, soltó sus manos y las puso en su cuello, toco con delicadeza sus orejas, le molestaba el gorro así que se lo quitó, y con la otra mano se quitó el suyo. Sintió su sonrisa a través del beso. Se despegaron y observó esa sonrisa que tanto le encantaba. Sintió el frío en sus orejas y en su cabeza.

Volvió a atacar de nuevo, esta vez tomó entre sus manos su cabeza, sintió sus manos frías en su propio cuello, y eso labios que lograban que perdiera la noción del tiempo y del espacio. Ya solo sentía el frio de la noche alrededor suyo. La luz de la luna ya no era nada. Había olvidado el brillo de las luces de la ciudad. Había olvidado donde se encontraban. Ya no había nada real alrededor suyo, nada que pudiera percibir, solamente el silencio de la noche, el frio que le rodeaba y el calor que emanaba de esos labios. Cada segundo de ese beso lo disfrutaba y lo saboreaba, bajó una de sus manos hacía su espalda y sintió que hacía lo mismo. Se sentía cada vez más cerca. Pararon y volvieron a contemplarse. Sentía que su corazón estaba lleno de una especie de alegría, y se observaban con ternura. Definitivamente era uno de los instantes más bellos de su vida.

Se abrazaron y pudieron descansar sobre sus hombros, la paz que sentía se notaba en su rostro. Volvieron a verse frente a frente, es vez había lágrimas en sus ojos. Las observaba formarse y rodar por sus mejillas. Con sus pulgares la enjugó y las secó. Le dio un beso delicado, tierno. Dejó de sentir su calor poco a poco, tuvo que sentarse ya que cada vez dejaba caer un poco más de su peso, al final, su cabeza quedó en su regazo, parecía que dormía, así como estaba le robó el último beso, mientras con sus lagrimas humedecía su rostro.